Educación al consumidor: métodos, técnicas y recursos.
Educación al consumidor: métodos, técnicas y
recursos.

INTRODUCCIÓN
Desde los años 80 se ha ido desarrollando un
creciente interés poranalizar y proponer modelos de conducta de compra y
consumo en niños yadolescentes. Ello es lógico si pensamos que los estímulos a
que se enfrentandiariamente los menores resultan abrumadores y que las nuevas
generaciones han ido asumiendo un papel cada vez más activo como
consumidores,propiciado por un contexto sociocultural que refuerza el ocio y el
consumo sobre otros valores.
Ciertamente, “estamos
ante una nueva cultura que conlleva una transformación radical del código ético
de los individuos, en el que el consumo se convierte en elemento fundamental de
la conformación delos valores sociales”(Fernández, 2002). Y este contexto
social parece abocar a los niños aser consumidores insaciables, de ahí la
importancia de los agentes de socialización (familia, escuela, etc.) como modulados
de la conducta en este terreno.
Por
esta razón se hace relevante conocer la educación al consumidor que se está
brindando ahora en la actualidad, no solo eso, sino que también, aquellos reglamentos
que respaldan la compra y venta del consumidor, en este trabajo trataremos de
sintetizar aquellos puntos relevantes que nos ayudarán a comprender mejor sobre
esta educación que se está volviendo muy trascendental para las nuevas
generaciones.
Es
importante resaltar que desde cierta perspectiva en realidad todos somos
consumidores, pero este consumo en la mayoría de situaciones se sale de
control, por ende, se pretende desarrollar también, aquellos aspectos a tomar
en cuenta al momento de consumir un producto y hacerlo de manera responsable para
así no caer en el consumismo que es un problema que no solo repercute en el
consumidor si no en todos los que estén en contexto económico.
OBJETIVOS
General:
OBJETIVOS
General:
Ø Conocer
aspectos generales sobre la educación al
consumidor, métodos, técnicas y recursos.
Específicos:
Ø Identificar
la función de la educación al consumidor, por medio de una investigación
bibliográfica.
Ø Describir
los métodos y técnicas más utilizadas para el desarrollo del estudio de la
educación al consumidor.
Ø Determinar
los recursos con los que se puede desarrollar el tema de educación al
consumidor con estudiantes.
ANTECEDENTES
El
consumo, el mercado y la protección de los consumidores han coexistido de
una u otra
manera a lo
largo de la
historia y ha
estado presente en el desarrollo
de la humanidad.
¿Cómo se tutelaban
los derechos y
los deberes de cada cual? Algunos expertos en la materia, como el Dr.
Arturo Lomelí, ya
en 1985 nos
ilustraba sobre algunos
antecedentes como los siguientes:
“Los problemas
de los consumidores no
son únicamente
consecuencia de la
vida moderna, han
existido desde el
comienzo de la
historia. Los Hititas de
Anatolia, ahora Turquía,
tenían hace 3500
años un código del consumidor en
lo que se refiere a alimentos. El código dice:
No debes envenenar la gordura de tu vecino,
significando que la comida debe ser sana
y segura, y añade:
No debes embrujar la gordura
de tu vecino, indicando que no
se debe timar
o engañar. Algunos
hoy en día
creen que el
imperio romano se
derrumbó por el
envenenamiento crónico de
su población con
plomo, debido al
uso de tuberías
de este metal
en los sistemas
de abastecimiento de
agua. Hay registros
de que a
los panaderos que
en la edad
media engañaban al
consumidor, se les
metía en jaulas y se les sumergía en agua hasta casi ahogarse.
En todas
las civilizaciones, en
todos los tiempos,
hemos visto mujeres,
amas de casa
que salen a
la calle demandando precios
justos para los alimentos o simplemente la disponibilidad de éstos” (Lomelí, 1985).
JUSTIFICACIÓN
Durante
estas últimas décadas, nuestra sociedad ha sufrido numerosos cambios, debido a
la entrada de las nuevas tecnologías, la globalización, la televisión y la
publicidad, el cambio que podemos ver entre una generación y otra es asombroso.
La publicidad y el consumismo son dos palabras que podrían definir a la
perfección las características de la sociedad actual, lo cual ha hecho esencial
la existencia de la educación para el consumo. Pero, ¿hasta qué grado nos
afecta?
La
televisión, la radio, los periódicos, e incluso en nuestros buzones. Son
numerosos los medios por lo que nos llega la publicidad. Todas las empresas
saben que con una buena imagen y un buen eslogan se puede lograr mucho para una
marca y luchan diariamente para conseguir hacerse un hueco entre las grandes
marcas.
Son
muchos los productos que compramos a diario y la mayoría de ellos son
consumidos por lo jóvenes. Éstos son uno de los grupos más importantes de
consumidores, ya que el consumo que ellos realicen de los productos son los que
marcan a los mercados y a los productos que nos ofrecen.
Y
aquí es donde entra la educación. La educación para el consumo ha sido durante
todos estos años uno de los contenidos trasversales tanto en enseñanza primaria
como en secundaria. Y es que todos los contenidos trasversales son necesarios e
indispensables para el correcto desarrollo integral del alumnado.
El
estudio de la educación al consumidor, no nos ayuda solamente en nuestra vida
personal, sino también a todas aquellas personas a las que un día nos vamos a
dirigir, que de hecho ya nos estamos dirigiendo en los salones de clase, es
fundamental que como futuros docentes y profesionales en la gama educativa
conozcamos las bases de una buena educación al consumidor, para proyectar en
las futuras generaciones estas bases y obtener como resultados cambios en
beneficio de la ciudadanía salvadoreña.
EDUCACIÓN PARA EL CONSUMO: MÉTODOS, TÉCNICAS Y RECURSOS
El acto de consumir no es una característica que defina
al ser humano, sino un rasgo del que participan todos los seres vivos. Pero
consumir de forma racional es consecuencia de la libertad, que sí constituye
una cualidad específicamente humana. Pero la libertad, en este como en otros
campos, tiene como correlato la responsabilidad, ya que el ser humano, al no
tener la conducta de respuesta programada por el medio, como diría Aranguren,
tiene que “iuste facere”, tiene que
justificar sus actos. El ejercicio de la libertad responsable precisa
información y formación; en una palabra, exige educación.
El consumo se vincula directamente con factores de
personalidad, con una forma de entender la vida que se proyecta sobre los
valores y actitudes personales. Ante la multiplicidad de objetos de consumo que
exhiben los medios de comunicación, el individuo se vuelca sobre sí mismo,
busca su bienestar, se hace administrador de sus necesidades alimentarias,
estéticas, afectivas, etc. La inmersión en este proceso se lleva a cabo
mediante la persuasión y la seducción, apelando a la salud, la belleza, la
seguridad y el bienestar, e invocando sentimientos y necesidades de todo tipo.
El consumo se supedita a las afinidades e identificaciones afectivas con
aquellos productos y marcas que saben proyectar la entidad identitaria del
consumidor y reinterpretarla de forma adecuada.
Las identidades modernas son mucho más móviles,
personales e inestables. El ser humano contemporáneo está constantemente
definiéndose a sí mismo. Trata de dar sentido a su vida contando con los nuevos
espacios urbanos, entre ellos, los espacios de consumo. El consumo, es hoy
también emotivo. Se presenta cada vez más como un campo de libre opción, como la
posibilidad de ser un agente libre, como una ganancia en autonomía individual.
Se convierte en un nuevo vector de aceleración de la individualización
personal. Desde esta perspectiva, el consumo y la seducción pueden entenderse
dentro de la lógica de la personalización, de la emancipación individual
extensiva a todas las categorías de edad y sexo. En efecto, hoy las niñas y los
niños son clientes, compradores y gastadores; seducidos por el consumo, actúan
desde muy pronto como pequeños consumidores. En la actualidad, los niños y
adolescentes tienen más confianza en sí mismos, están más informados como
consumidores, son más pragmáticos y consentidos. Crecen en una sociedad de
consumo que los obliga a establecer un contacto temprano con el dinero.
Necesidad de la colaboración escuela-familia en la educación para el consumo
La educación para el consumo se logra, ante
todo, con el ejemplo, con la vivencia directa en un ambiente de moderación y
responsabilidad respecto a los bienes y servicios consumidos. Los padres y
madres son los primeros modelos que imitar, los que determinan en mayor medida
un futuro consumo responsable o irresponsable. Según estudios recientes (Pérez
Alonso-Geta y otros, 2007), a los niños se les compra cada vez con mayor
asiduidad ropa de marcas caras. Y es que las estrategias de marketing infantil tratan de llegar a
los padres y madres sabiendo que éstos, a su vez, influirán en el pensamiento
de los niños. Este modelo de comunicación publicitaria parte de la idea de que
la familia determina esencialmente lo que piensan y hacen los niños. Los
esfuerzos de promoción se dirigen a los padres y madres como mediadores,
contando con la seguridad y persuasión que da al niño el hecho de que la
información sobre el producto proceda de sus padres. Otra estrategia consiste
en intervenir en padres e hijos simultáneamente, ya que los niños influyen
también en la conducta consumista de los padres: los niños son prescriptores,
no sólo de juguetes y ropa deportiva, sino también de comida, electrónica, e
incluso de los coches familiares. De hecho, en el momento actual, prácticamente
todas las firmas de ropa de lujo han desarrollado líneas de negocio
específicamente dirigidas a los niños. Estos conocen y valoran desde edades
tempranas los anagramas de estas marcas y los padres están dispuestos, en
muchos casos, a adquirir estos productos.
Necesidad de información para saber consumir
La ignorancia fomenta el consumo irracional y excesivo.
La educación para el consumo, por tanto, debe incluir una importante carga
informativa, necesaria para tomar decisiones con conocimiento de causa. El
consumo responsable implica un proceso de generación y transferencia de
información. Esta información ha de ser veraz y adecuada al consumidor y a los
distintos tipos de agentes y mediadores en el proceso. “Análogamente a lo que sucede en otros procesos interpersonales la
comunicación entre el agente vendedor y el agente comprador o entre vendedor,
mediador y comprador es un tipo de relación asimétrica. En esta relación,
normalmente el vendedor y el mediador poseen más y mejor información que el
comprador; tal asimetría puede ser más acusada en procesos de mayor
complejidad, como aquellos en que concurren fabricantes, distribuidor, vendedor
y comprador. Llevada la cuestión al límite, puede suceder que ni siquiera los
productores conozcan algunas de las características de sus productos, como por
ejemplo, el efecto sobre la salud a largo plazo de los consumidores, si bien
entonces el problema no radica en la asimetría de la información, sino en su
carácter incompleto” (Compés, 2002). La calidad de los procesos de consumo
depende en cierta forma de la medida de esta asimetría, y de ahí que haya
merecido la atención de la investigación económica. En la actualidad los
modelos económicos relativos a la información imperfecta por asimetría se
consideran herramientas necesarias de estudio sobre el comportamiento económico.
Necesidad de establecer la vinculación entre publicidad y consumo
“El consumo se refuerza con
la publicidad, por la seducción y persuasión que desde ella se ejerce y por el
adormecimiento de la racionalidad en la toma de decisiones que la publicidad en
parte pretende”. Meirieu (2010),
es decir, ya no se trata de informar, se trata de impactar. La seducción
publicitaria se desarrolla mediante un proceso de copia de identidades
mediáticas, gracias a la capacidad simbólica de los referentes y modelos a los
que sirve. Pero, además, la publicidad explota las motivaciones y tendencias ya
instaladas en el público consumidor. Por ello, la formación para un consumo
responsable pasa por el estudio crítico de las técnicas publicitarias vigentes.
En un mundo en que cada vez está más presente la publicidad, no se puede dejar
a los más jóvenes desprotegidos ante la presión que soportan en este terreno.
Desvelar los mensajes publicitarios, analizar la publicidad engañosa o advertir
de los recursos de que se valen las empresas para mover al consumo, son
posibles campos de intervención de la educación para el consumo.
Dentro del campo de la publicidad habrá que
prestar especial atención a la publicidad televisiva, dado su impacto
indiscutible en los hábitos de consumo del conjunto de la población. Son
sobradamente conocidas las prácticas consumistas ya arraigadas entre algunos
niños de corta edad, que demandan objetos anunciados por televisión y prefieren
las marcas de moda en su indumentaria deportiva. Además, los datos muestran que
cuanto más familiarizado está un niño con la publicidad televisiva, menos
identifica la finalidad de venta que sustenta. Es un hecho constatado que los
niños que están más en contacto con la publicidad, más comparten los argumentos
de ésta y, a su vez, son los que en mayor medida ven aumentadas sus necesidades
y motivaciones ante las situaciones deseables que los anuncios plantean. Sin
embargo, muchos padres no son conscientes de este hecho, ni de la necesidad de
abordar con sus hijos estos temas.
Vinculación entre necesidades personales y consumo
Todo consumo responsable pasa por conocer qué necesidades
debe cubrir el producto que se plantea adquirir. Una primera fuente de
reflexión puede ser establecer una clasificación de prioridad de consumo que
distinga entre necesidades básicas, de segundo nivel y banales. Realizar esta
clasificación en familia, compartiendo criterios y buscando el consenso,
constituye en sí una actividad educativa que se puede completar, por ejemplo,
contabilizando los gastos realizados durante un cierto período, de acuerdo con
las tres categorías establecidas y, ciertamente, en función del poder
adquisitivo de la familia.
Necesidad de información sobre etiquetas, relación calidad-precio y demás vinculaciones del producto
Además de la cantidad de lo adquirido, el consumo toma en
cuenta otra dimensión: su calidad. Saber valorar los objetos y servicios en
virtud de su relación calidad-precio constituye un síntoma de madurez en el
consumidor. Es cierto que siempre puede haber un valor añadido de cariz
afectivo o circunstancial que puede llevar a pasar por encima de la indicada
relación, y que el hecho de que existan estos valores intangibles lo aprovecha
el sector comercial para obtener unos beneficios superiores a los habituales,
pero, como principio, conviene no perder nunca de vista el criterio de calidad
y de proporción entre ésta y el precio del producto o servicio consumido.
La información sobre la calidad debe abarcar aspectos
diversos, pero de especial relevancia es el referente a la composición de los
productos. Esta información, importante para casi todos los productos, se hace
imprescindible en el caso de alimentos, juguetes, medicamentos, textiles, etc.,
en cuyo etiquetaje deben figurar el peso, la composición, la fecha de
caducidad, el origen del producto, etc. de este modo será posible establecer
criterios de adecuación y calidad de los productos y educar para ser un
consumidor exigente; de hecho, en algunos casos habrá que ir más allá y hablar
a los niños de cómo algunas marcas internacionales fabrican sus productos en
países donde se emplea mano de obra infantil o donde se explota a los
trabajadores, en especial a las mujeres. El análisis y el debate sobre estas
informaciones pueden desencadenar la reflexión personal sobre cómo, mediante
una actividad tan aparentemente inocente como el consumo, se puede llegar a
propiciar el mantenimiento de una situación injusta.
Denunciar los excesos consumistas y sus consecuencias
Constantemente se dejan luces encendidas o
aparatos conectados sin ser necesario; se utiliza el vehículo propio para
efectuar desplazamientos que fácilmente pueden hacerse a pie, en bicicleta o en
el transporte público; los electrodomésticos se utilizan a la mitad de su
capacidad, se gasta mucha más agua de la necesaria… Todo ello debe tratarse en
una educación para el consumo, que no puede alejarse de la sensibilidad por la
preservación del medio ambiente, ni de la solidaridad entre personas y pueblos.
No se puede concebir un consumidor responsable que no reflexione sobre las
consecuencias que su actuación consumista tiene sobre el entorno y sobre los
demás. No se trata de si el individuo puede pagar sus excesos cuando tales
excesos afectan al medio ambiente y a la vida colectiva; es la humanidad la que
no se los puede permitir. Así las cosas, ser un consumidor responsable es una
forma más de ser solidario con los seres humanos y el mundo.
Educación para el consumo como educación en valores
En la educación para el consumo se lleva a cabo el ciclo
completo de lo que significa la educación en valores: hay que conocer, estimar,
elegir y realizar los valores, así como aprender a construir y usar nuestra
experiencia para entender lo que significa consumir y cuáles son sus
consecuencias. Precisamente por eso, la educación debe formar al individuo
desde la infancia para la toma de decisiones responsables, dotarle de elementos
de juicio que le permitan elaborar sus propios criterios a fin de seleccionar
responsable y racionalmente los productos de consumo.
En primer lugar, se trata de una educación que introduce
racionalidad, más allá de la socialización que, en términos de consumo, llevan
a cabo los medios de comunicación y la sociedad entera. Se identifica
autorrealización y éxito personal con la posesión y consumo de los productos
costosos, que exhiben un alto nivel de vida, mientras que se sufre la sensación
de fracaso si no se obtiene el tipo de “éxito” que las creencias sociales
marcan.
En segundo lugar, se trata de una educación que ha de
promover la libertad y la autonomía de comportamiento, que permite no dejarse
influir por nada ni nadie, por mucho que ofrezcan bienestar, comodidad, belleza
disfrute, etc. Es una educación que capacita para mantener el dominio, para
ejercer la libertad más allá de la posibilidad de elección que la abundancia de
productos permite.
En tercer lugar, es una educación que informa a los
ciudadanos y ciudadanas sobre la naturaleza de los productos que consumen, que
enseña a tener en cuenta la relación calidad-precio y la necesidad de ser
exigente; una educación que advierte de las consecuencias del consumo en el
medio ambiente, el desarrollo sostenible y la calidad de vida, y que trata de
desarrollar creencias y actitudes adecuadas que conciencien sobre el deber de
consumir sin mermar la libertad y el desarrollo de los seres humanos, por
alejados de nosotros que estén, y sin descuidar la protección del medio
ambiente.
Educación para el consumo como educación integral
La educación para el consumo debe partir de la madurez
evolutiva de los menores y la influencia que ejercen sobre los mismos los
distintos agentes de socialización (familia, grupo de iguales, medios de
comunicación, etc.), ya que los menores, en función de estas variables van
pasando por una serie de etapas en un proceso que describe los cambios por los
que atraviesan en su papel de consumidores. Así, los más pequeños y pequeñas
suelen utilizar en sus decisiones de compra indicadores perceptivos (hasta 7- 8
años) como tamaño, forma, color etc. En un segundo estadio, más analítico (8 a
11 años) los estímulos comerciales se analizan ya en base a múltiples dimensiones,
eligen adaptarse al contexto, utilizan estrategias, etc. En un último estadio,
más reflexivo (a partir de los 11 años), comprenden los significados
relacionados con el consumo, tienen mejores formas de validar una percepción y
son capaces de incorporar perspectivas ajenas a la suya a la hora de tomar
decisiones. En estas edades también aflora la necesidad de construir su propia
identidad, instrumentalizando para ello el consumo.
La educación del consumidor o para el consumo pretende
que el sujeto sea capaz de acreditar el dominio consciente de su comportamiento
frente a la dependencia negativa que subyace en el consumo, y dotarle de la
capacidad de actuación comunitaria y solidaria respecto a esta cuestión. La
educación para el consumo trata de promover acciones formativas en las tres
dimensiones generales de intervención pedagógica: la
Educación para el consumo como formación de decisiones responsables
La toma de decisiones responsables respecto al consumo
exige, en primer lugar, desarrollar desde el principio en los sujetos los
valores básicos del autodominio: la autonomía, el autocontrol, la asertividad,
etc., para que, desde pequeños, puedan ser capaces de retrasar la
gratificación, resistirla tentación, superar la frustración de no comprar
cuanto desean, o no dejarse llevar por lo que hacen los demás.
En segundo lugar, hay que enseñarles a evaluar las
consecuencias de sus decisiones y mostrarles la necesidad de que cumplan con
sus obligaciones; se impone concienciarlos de que deben responder ante sí
mismos y ante los demás por las opciones que han elegido libremente. No
obstante, la decisión responsable respecto del consumo no sólo exige
enfrentarse y corregir los abusos en el acto mismo de consumo sino que, además,
reclama generar nuevos usos. Buena muestra de lo anterior es que, en la
actualidad, uno de los usos habituales que atenta contra la decisión
responsable es la incitación al consumo de impulso, que corre parejo al
desarrollo del comercio del autoservicio y de las grandes superficies, donde
está estudiado todo lo que puede fomentarlo: la presentación del producto, la
altura a la que se ubica en las estanterías, la rotulación del precio en forma
de oferta, los grandes carros para llenar, etc. Desvelar y debatir estas y
otras estrategias que utiliza el denominado merchandising
constituye una ayuda para prevenir las tendencias al consumo compulsivo y
permite tomar decisiones más racionales y crear consumidores responsables y
exigentes. El aprendizaje guiado por la familia y la escuela permitirá abordar
las múltiples cuestiones planteadas., la voluntad
y la afectividad.
Contenidos para abordar en el aula acerca de la educaciòn al consumidor
Son muchos los contenidos que pueden
abordarse dentro de los proyectos de educación al consumidor como los
siguientes:
1. Alimentación y nutrición: fabricación y
compra de alimentos; alimentos transgénicos; alimentación equilibrada;
etiquetado, higiene y manipulación de alimentos; la importancia del desayuno en
el rendimiento escolar.
2. Comprar en el siglo XXI: las grandes
superficies de venta; saber elegir, ir de tiendas, formas de pago, comprar a
través de Internet, compradores compulsivos, comercio justo, comprar ocio y
tiempo libre, comprar en otros países, comprar con lista y con vista; la compra
solidaria.
3. Usuarios de servicios: los viajes, los
medios de transportes, los derechos y deberes del viajero, la seguridad; la
electricidad, el teléfono móvil, el agua, el dinero y el banco, los servicios
postales.
Estrategias metodologías para el desarrollo de la educación
del consumidor.
Técnicas para trabajar
Además de esos principios generales que
pueden aplicarse a cualquier otro ámbito de la actividad educativa, hay una
serie de técnicas didácticas, que no son exclusivas de la Educación del
Consumidor, pero que facilitan el logro de los objetivos de estos proyectos.
Sin ánimo de ser exhaustivo, señalamos algunas de ellas: ·
- Búsqueda de información en distintas fuentes.
- Análisis de textos y documentos.
- Investigación de productos y procesos.
- Experimentación de productos.
- Debates.
- Juegos de simulación.
- Estudio de casos.
- La resolución de conflictos.
- Los talleres de creación y reproducción.
- Aclaración de valores.
- Examinar una cadena de suministro de cada producto.
Me gusta
ResponderBorrar